Con el libro “Tránsitos” de Aingeru Mayor aquí delante, me propongo reseñar la experiencia de lectura, que ha resultado un viaje por un territorio abierto, luminoso y esperanzador, lleno de matices y rincones entrañables, acogedores y cálidos; aunque también de vertiginosos precipicios.

Como viaje, su riqueza se arraiga en el aprendizaje de lo diverso, que penetra a través de la emotividad que acompaña cada uno de los relatos de vida; así como en la esperanza del tránsito global que ya hemos comenzado a hacer, gracias a la veracidad que aportan; en este caso, las voces de niños y niñas y las de sus familias; como también gracias a todos y cada una de las mujeres y hombres que han ilustrado con su coraje, el hecho de la diversidad sexual humana.

En mi experiencia como sexóloga, he tenido la valiosa oportunidad de acompañar en varias ocasiones a chicos, chicas, niña, mujeres… en el recorrido para hacer comprender al mundo la contundente sencillez que tiene el “ser quien soy”.

Este libro es una herramienta valiosísima como apoyo en estas situaciones, pues permite a los entornos familiares y profesionales encontrar en estos relatos, claves de explicación fundamentales en la comprensión de las biografías, así como pautas para acompañar en su crecimiento; no el de quienes protagonizan estos procesos, sino principalmente el de quienes estamos a su alrededor, pues somos quienes realizamos el tránsito en realidad.

Su fuerza pienso que es esa, la de fortalecerse en la diferencia para enriquecer y explicar la diversidad de la vida. Llana y simplemente vida.

También el autor extrae el jugo de estas historias, y las encuadra en la episteme sexológica aportando unas reflexiones y un marco explicativo fundamental del hecho sexual.

Para quienes trabajamos con el tejido sexual supone una confirmación del compromiso con la evidencia que muestra, por un lado la diversidad de nuestro hecho sexual y por otro la necesidad de sensible atención y escucha al proceso biográfico y al relato de quien protagoniza cada una de las identidades.

Otra idea que extraigo como fundamental, es la importancia de la mirada  que reconoce, acredita e identifica. “Mientras la identidad sexual no es vista por los demás, … , hay sufrimiento”. Precisamente aquí está el quid de la cuestión, en cómo cada cual puede ir ejercitando la flexibilidad en su forma de mirar al sexar.

La ternura de los relatos disuelve la rígida estructura polarizada en un universo de matices, que agradecemos vengan expresados y protagonizados desde estos rincones de la diversidad, pues a todos nos representan.

Diría que se trata de un documento que documenta la realidad, enseña sobre diversidad y representa a muchas más mujeres y hombres de que quienes lo protagonizan. Un portón abierto a una nueva perspectiva de comprensión y reconocimiento de nuestra íntima cualidad sexual, que trae frescos aires de cambio.

Me ha sugerido la lectura del libro, una idea divertida de imaginar. Si nuestros genitales fueran tan visibles como nuestra cara, sería habitual sexuarnos a través de nuestro propio relato; pues la inmensa variedad de matices morfológicos genitales a la vista, no sería tan relevante como modo de sexación. Esperaríamos a escuchar a quien habla para conocer cómo se describe, cómo se nombra, cómo se sexa.

Gracias por la labor, honestidad y valentía de quienes habéis realizado este trabajo.

Inma Ruiz de Lezana

Sexóloga, socia de la AEPS